Analizamos y difundimos información de alta calidad acerca de los graves impactos ocasionados por la expansión de la actividad hidrocarburífera offshore sobre la biodiversidad del Mar Patagónico, otras actividades humanas y el clima global.
En los últimos años, en los ambientes marinos de algunos países en donde trabaja el Foro se ha acelerado la exploración hidrocarburífera con fines de explotación. Por ejemplo, en Argentina, entre 2017 y 2020 la Secretaría de Energía otorgó permisos de estudios sísmicos en más de 1.000.000 km2 de superficie marina hasta el año 2028. A raíz de estos estudios, se ofrecieron 38 bloques en concesión y se adjudicaron 18 de ellos a 13 empresas de energía.
En Uruguay se han licitado bajo la modalidad de ronda abierta 7 bloques de exploración que abarcan casi la totalidad de la Zona Económica Exclusiva (ZEE). Cuatro empresas se han hecho de la licitación configurando consorcios entre ellas o en solitario. Han iniciado los estudios previos a la exploración sísmica en un contexto de escepticismo y recelo por los impactos generados en la pesca en proyectos pasados y los resultados negativos de perforaciones exploratorias.
La prospección sísmica es el método más usado internacionalmente para localizar yacimientos marinos. Los intensos pulsos acústicos que emiten bajo el agua pueden viajar a grandes distancias y provocar graves daños a la fauna marina, desde deterioro de funciones vitales hasta la muerte.
La amenaza de grandes derrames y la certeza de impactos directos por contaminación química y acústica, intrínsecos de la operación, ponen en juego la estabilidad de ecosistemas clave del Mar Patagónico.
A raíz de esta avanzada, desde hace algunos años el Foro aborda esta problemática, produciendo información basada en la mejor ciencia disponible, participando en audiencias públicas y haciendo llegar nuestra posición a autoridades de distintos niveles y otros actores claves.
La quema de combustibles fósiles tiene otro efecto negativo sobre los océanos que es la acidificación. La combustión libera dióxido de carbono, gran parte del cual se disuelve en los océanos. Los cambios químicos que esto genera impactan sobre todas las especies marinas, especialmente moluscos, corales y otras con estructuras a base de carbonato de calcio en sus cuerpos, incluyendo varias especies de interés comercial.
El calentamiento global y el cambio climático se asocian de manera preponderante a la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas). Los combustibles no renovables generan el 75% de las emisiones de GEI y el 90% de las emisiones de carbono.
Se han documentado cambios en las corrientes marinas. El giro subtropical del Océano Atlántico Sur y su corriente límite occidental, la Corriente de Brasil, se ha desplazado a un ritmo de 0,11°/década. Concomitante con estos cambios se ha producido un desplazamiento de la confluencia entre las corrientes de Brasil y Malvinas hacia el sur (entre 0.6 y 0.8°/década).
Para mantener la temperatura planetaria por debajo del aumento de 1,5 ºC, se requiere reducir las emisiones de CO2 a nivel global de aproximadamente un 45% antes de 2030 (respecto a los niveles de 2010) y alcanzar la neutralidad de carbono alrededor de 2050. La transición hacia energías más limpias y renovables es fundamental para evitar agravar aún más la crisis climática. A pesar de los compromisos internacionales asumidos por la mayoría de los países, incluido el Acuerdo de París, la carrera por explotar hidrocarburos continúa, incluso a grandes distancias de la costa y a inmensas profundidades oceánicas.
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